Opinión

Cómo la ingeniería minimiza los efectos del cambio climático

Carlos Fernández

Carlos Fernández

Director técnico de CYPE

El cambio climático es uno de los problemas más preocupantes del siglo XXI. Es probable que sea el mayor desafío que vivimos como especie. El mundo, que ya está 1°C (1.8°F) más caliente de lo que estaba entre 1850 y 1900 (época preindustrial), se ha puesto el reto de limitar el calentamiento global a 1,5 grados, la cifra que los científicos consideran necesaria para evitar impactos aún más catastróficos. 

En este contexto de calentamiento global y búsqueda de objetivos compartidos, los fenómenos meteorológicos extremos son cada vez más frecuentes a lo largo y ancho del planeta: DANA, inundaciones, sequías, olas de calor, nevadas, tornados… La Organización Meteorológica Mundial (OMM) puso cifras a estos episodios en un informe donde alertaba de que los desastres relacionados con el clima se han multiplicado por cinco a lo largo de las últimas cinco décadas.

Como resultado, infraestructuras urbanas, edificios y viviendas están cada vez más expuestos a episodios extremos, lo que amenaza tanto su seguridad y estabilidad como la de las personas. De ahí la importancia de adaptar nuestra sociedad y nuestras infraestructuras a las nuevas condiciones climáticas que sufrimos y que vamos a experimentar en las siguientes décadas. 

Aprovechando la celebración del Día Mundial de la Ingeniería para el Desarrollo Sostenible, que se celebra este sábado, 4 de marzo, me gustaría recopilar algunas de las actuaciones que podemos acometer para lograr una mayor resiliencia y minimizar las amenazas climáticas en función de las necesidades de cada territorio. Teniendo en mente siempre una visión estratégica: la lucha contra el cambio climático puede generar progreso social, económico y miles de empleos poniendo la creatividad científica al servicio de todos.


Frente a inundaciones

En el ámbito de la edificación, instalar zonas de drenaje en edificios o viviendas ubicados en áreas inundables o de riesgo evitaría que el agua quedara estancada, controlando y gestionando la escorrentía generada por la inundación. Con esta actuación se puede minimizar las consecuencias propias de las inundaciones de edificios: daños a personas y animales, deterioros estructurales, constructivos o de instalaciones, así como los relacionados con el contenido del edificio (mobiliario, aparatos eléctricos, vehículos…)

En el campo de las infraestructuras públicas, la modernización del sistema de alcantarillado es esencial para evitar su colapso frente a lluvias torrenciales al favorecer la correcta absorción del agua. El estudio “Análisis de las necesidades de inversión en renovación de las infraestructuras del ciclo urbano del agua” ya se hacía eco de esta necesidad de modernización, lamentando que “la inversión actual de unos 585 millones de euros anuales está en torno a un 70-80% por debajo de lo que se necesita (entre los 2.200 y los 3.900 millones de euros anuales) para mantenerlas de forma sostenible”. Y es en la financiación, precisamente, donde está el mayor reto en las actuaciones del alcantarillado, ya que estas obras dependen del ámbito municipal y muchas localidades carecen de los medios económicos para poder afrontar una intervención de tal envergadura. 

Como complemento a la mejora de la red de alcantarillado, también sería conveniente diseñar soluciones de infraestructuras verdes que permitan la absorción de agua de lluvia en el suelo, reduciendo la cantidad de agua que llega al sistema de alcantarillado. Los denominados parques inundables, por ejemplo, son capaces de regular el ciclo hídrico, actuar como barrera a las inundaciones y crear entornos con una gran riqueza de flora y fauna.


Déficit hídrico y sequías

Las lluvias torrenciales y los períodos de déficits hídricos, o de sequías, no son fenómenos ajenos. De hecho, cada vez es más frecuente que estos episodios tengan lugar en un mismo ámbito geográfico, separados a tan sólo unas decenas de kilómetros de distancia. De ahí que sea más necesario que nunca proceder a la renovación, mejora y construcción de los sistemas de captación y almacenamiento que ayuden a conservar y garantizar el suministro de agua durante los períodos de sequía. Esto, unido al desarrollo de sistemas de tratamiento de aguas residuales y la reducción de fugas en la red, nos permitirá captar más agua pluvial, llevar más a la depuradora y tener más agua disponible en un futuro para nuestros municipios.


Olas de calor

El informe “La descarbonización de la edificación’ de Green Building Council España (GBCe)” recoge que las olas de calor durarán 22 días consecutivos de cara a 2040, con temperaturas que alcanzarían los 45 ºC, lo que generaría mayores demandas de refrigeración. Frente a esta situación, intervenir sobre el aislamiento térmico del edificio es el elemento principal para mantener una temperatura interior confortable, sobre todo si tenemos en cuenta que el porcentaje de población que sufre una temperatura inadecuada en sus viviendas subió de un 10,9% en 2020 a un 14,3% en 2021. La combinación de materiales capaces de regular la temperatura de los edificios junto con la utilización de elementos verdes, como jardines verticales, no sólo mejorarán el confort y salud de los habitantes, sino que también reducirá el consumo energético.

Todos estos episodios citados inciden en el estado de conservación de nuestras infraestructuras de construcción y edificación. No me olvido de nuestras carreteras y puentes, que tienen que ser revisados para cerciorarnos de que están adaptados a las condiciones climáticas locales actuales para soportar la erosión y las inundaciones. Reparación de grietas, sustitución de piezas desgastadas o la eliminación de residuos y escombros (que puedan acumularse alrededor de un puente) son algunas de actuaciones que tenemos que incentivar.

La ingeniería y la arquitectura son claves para minimizar los daños que causan los fenómenos meteorológicos más extremos. Por ello y además de continuar con la necesaria transición energética en busca de un menor consumo de nuestros edificios y un aumento del uso de renovables, debemos apostar también por la rehabilitación y modernización de lo ya existente. Y, aquí, los fondos europeos Next Generation nos dan la oportunidad de hacerlo con la perspectiva integral que nos facilite descarbonizar el parque edificado al tiempo que respondemos a las amenazas del cambio climático.