La creciente necesidad de vivienda y los ritmos de desarrollo de suelo hacen que la regeneración urbana sea un camino que debemos transitar. Al actuar en zonas ya consolidadas, los procesos de dotación de servicios mediante un refuerzo de las infraestructuras ya existentes son más cortos que un ámbito de nueva creación.
Quisiera centrarme dentro del ámbito de regeneración que supone crear nuevas unidades; para que esta regeneración realmente cree vivienda, las autonomías y los ayuntamientos tienen la posibilidad de impulsar desde la Ley del Suelo autonómica y los Planes Generales tres líneas de actuación.
La más productiva es generar nuevos espacios urbanos mediante el soterramiento de infraestructuras situadas en dominio público. La estructura de propiedad facilita el desarrollo con un buen entendimiento entre administraciones y puede priorizar la producción de vivienda asequible. Además, tiene un retorno de la inversión mediante la enajenación de suelo a promotores o mediante la promoción pública. Permite crear suelo físico más rápido, humanizar los espacios urbanos derivando el tráfico rodado al subsuelo y ampliar las zonas verdes.
La segunda es eliminar las cesiones municipales en la regeneración de manzanas de uso terciario ubicadas en entornos residenciales. La Ley del Suelo de varias comunidades autónomas bonifica las cesiones municipales derivadas del desarrollo reduciendo el porcentaje de aportación de edificabilidad resultante, pero la cesión no suele ser suficiente para crear una parcela mínima según los parámetros del PGOU, obligando a monetizar el aprovechamiento, circunstancia que debe asumir el promotor añadida al coste de integración urbana que estas actuaciones acarrean.
La tercera sería la homogeneización de alturas en zonas ya edificadas que han quedado desordenadas tras la aplicación de di versas normativas y momentos de ejecución. Técnicamente es viable aumentar plantas a un edificio construido, pero implicaría modificar los parámetros urbanísticos de las parcelas