En los últimos años, la sociedad ha experimentado un importante cambio en lo que al modelo de familia se refiere. El número de matrimonios es menor y, además, son más tardíos; cada vez hay más divorcios; se tienen menos hijos y más tarde; y el cambio temporal de ciudad o país por trabajo también es más frecuente que antes. Desde la oferta, el mercado lleva una tendencia de mayor rigidez regulatoria y escaso incentivo fiscal en mejorar y adaptar el parque de vivienda en alquiler.
Así es como se han ido creando nuevos modelos que priman los servicios, la calidad de los apartamentos y las zonas comunes sobre el tamaño de la propia unidad y que ofrecen una mayor flexibilidad y calidad en el servicio. Son formatos en los que el cliente recibe mucho más valor por lo que paga (value-for-money) comparándolo con modelos tradicionales.
En España, esta tendencia ha ido aterrizando: primero con la nueva generación de residencias de estudiantes (PBSA), después con los primeros proyectos modernos de Build to Rent (BTR), pensados desde origen para el alquiler, y más tarde con los proyectos de coliving y flex living dirigidos, entre otros, a jóvenes, nómadas digitales o ejecutivos desplazados. Posiblemente, el siguiente paso sea un producto pensado para personas cercanas a dejar de trabajar, ya sean nacionales o europeos, cerrando ese proceso de segmentación de producto para las diferentes etapas de la vida.
Esta tendencia ha ido acompañada por un giro por parte del capital institucional en los últimos ocho o nueve años hacia el sector living, reduciendo su interés, al menos temporalmente, por otros activos inmobiliarios. Esto ha provocado que el sector experimente una rápida profesionalización y una fuerte mejora en la eficiencia operativa y arquitectónica (proposed built) para adaptarse a esas nuevas formas de vivir y a la demanda.