En los últimos ocho o nueve años, exceptuando los 12 meses en los que tuvo impacto la pandemia, hemos asistido a un incremento constante de los precios de la vivienda. Esta evolución sostenida ha tenido diferentes velocidades, no solo a lo largo del tiempo, sino también en las distintas regiones de España. Sin embargo, a pesar del tono pesimista general al analizar esta situación, podemos observar que, salvo algunas excepciones, como los territorios insulares, el incremento del precio de la vivienda se ha estabilizado alrededor de cifras que podemos considerar normales y saludables, entre el 2% y el 3% interanual.
¿Cuál es el problema entonces? ¿Por qué existe tal obstáculo de acceso a la vivienda? Si únicamente nos centramos en la evolución de los precios del sector estamos cometiendo un error. Estos precios están determinados por la oferta y la demanda. Está claro que existe un gran déficit de vivienda en nuestro país, tanto por falta de obra nueva y suelo como por la necesidad de modernizar un gran número de inmuebles que no cumplen los estándares actuales. Sin embargo, esto es solo una parte. Para ver todo el escenario en perspectiva también debemos fijarnos en el poder adquisitivo de los españoles.
Es normal que estos activos suban de valor, recordando incluso que ahora todavía se encuentran en cifras un 30% inferiores a las de 2008, pero los salarios no han evolucionado al mismo nivel. El gobierno, sin duda debe impulsar la creación de vivienda y de alquileres asequibles, pero debe trabajar junto a las empresas para incrementar el poder adquisitivo de los españoles. Este será un trabajo arduo y que llevará tiempo, pero en lo que respecta a la vivienda, no existen soluciones sencillas. Debemos ver más allá y trabajar juntos para lograr una vivienda digna para todos.