El desarrollo sostenible se ha convertido en una pieza fundamental del ecosistema mundial, siendo una realidad en todas o en casi todas las ciudades. Cada vez es más habitual asistir a la toma de decisiones relacionadas con el medioambiente como puede ser la reducción de la contaminación, el reciclaje, el ahorro energético o, lo que es todavía más importante, la concienciación de la ciudadanía en línea con una sostenibilidad integral que vaya más allá del medio ambiente y tenga en cuenta un abordaje ESG, incluyendo factores sociales y de gobernanza.
Todos los sectores, en mayor o menor medida, están adaptando sus productos y servicios para alinearse con los objetivos de la Agenda 2030. La sociedad lo demanda cada vez más y eso hace que las empresas tengan que dar un paso al frente y convencer a sus clientes e inversores demostrando que están verdaderamente comprometidos. En este sentido, el sector de la construcción no es ajeno a esta exigencia y tiene que renovarse para que sus productos, tanto estructurales como de la envolvente, cumplan los requisitos esperados.
Los criterios ESG, que se refieren a los tres ejes más relevantes de una compañía (medio ambiente, social y buen gobierno corporativo), han de estar presentes en la toma de decisiones de todas las empresas y, por supuesto, de las constructoras. Solo de este modo los edificios y las ciudades serán realmente sostenibles y tendrán una contribución social proporcional a la importancia que tiene el sector en la economía y en la sociedad.
Si bien se asocia la sostenibilidad a la parte ambiental, para ser verde no es suficiente decirlo muchas veces. Nunca lo ha sido, pero lo es menos hoy en día debido a la crisis de confianza o al escepticismo imperante actualmente -pandemia, guerra de Ucrania, crisis energética y de suministros-.
Es importante decir que la inclusión de placas solares en el techo de una construcción, por poner un ejemplo, no convierte a esta en sostenible. Lo será más que si no las tuviera, pero hay muchos otros factores que hay que tener en cuenta para que una edificación demuestre su compromiso con la sostenibilidad. Entre otros muchos elementos podríamos destacar los materiales utilizados, la contaminación generada durante todo el proceso, las condiciones de los trabajadores, la posible reutilización de los componentes, si se ha tenido en cuenta una posible demolición o el reaprovechamiento de todos los elementos del edificio.
Los materiales con los que se ha construido un edificio son una de las piedras angulares en la definición de si un edificio es sostenible o no. ¿De dónde vienen? Si hemos necesitado un avión que cruce el mundo para traerlos habremos demostrado un compromiso medioambiental bastante mejorable, porque la huella de carbono será imborrable. La propia composición de estos materiales también será significativa pues, si no se pueden reutilizar, en caso de demolición o de rehabilitación, el edificio tampoco cumplirá con lo esperado de una construcción verdaderamente sostenible.
La dirección hacia la que va el modelo es la de la economía circular, pero no solo vale con eso. Las construcciones del futuro y los criterios ESG también tienen muy en cuenta las condiciones laborales de los empleados, su seguridad en el trabajo, la igualdad o la transparencia. Porque la construcción ha de renovarse de una forma transversal, impactando de forma positiva en la sociedad en todos los ámbitos posibles. Tanto es así, que de los 17 ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) establecidos en 2015 por las Naciones Unidas, 9 están relacionados con la construcción.
ESG es una tendencia creciente tanto en los fondos especializados en deuda, como en equity y no hay duda de que es un interés creciente entre los inversores, hasta el punto de que algunas compañías e incluso sectores se descartan como invertibles por la ausencia de una estrategia de ESG. Por todo ello, la certificación de Edificio Sostenible que ha desarrollado AENOR permite a ciudadanos e inversores identificar los valores de sostenibilidad de un edificio aportando un retorno económico y una garantía de modelo de edificación de futuro.
Para llevarlo a la práctica, la certificación analiza dos pilares fundamentales de una construcción: los materiales que se incorporan durante la fase de ejecución y el comportamiento sostenible del edificio, como resultado del conjunto de prestaciones obtenidas por un diseño enfocado a la reducción de impactos de sostenibilidad.
Durante el proceso de ejecución también se analiza que las prestaciones del proyecto en sí mismo dan cumplimiento a los criterios LEVEL(s) establecidos por la Unión Europea como hoja de ruta para la descarbonización del sector en el año 2050. A diferencia de otras soluciones existentes en el mercado, esta certificación confirma que los principales materiales de cada unidad de obra en la que se ha dividido el edificio (componentes de la estructura, de la envolvente, instalaciones y equipamiento), se han fabricado en un entorno empresarial en el que existe un compromiso con las estrategias de ESG, además del elevado estándar de calidad y seguridad que aporta la Marca N de producto.
Con la certificación Edificio Sostenible de AENOR también se ayuda a los arquitectos, constructores, promotores y otros profesionales a alinear sus proyectos con los criterios de sostenibilidad ESG actualmente existentes en Europa en todo el ciclo de vida de un edificio. Porque para aspirar a tener las mejores ciudades posibles en el futuro, hay que pensar en la mejor manera de integrarlas en el ADN de la sociedad y de las empresas.