Cada vez disponemos de más evidencias que constatan que los atributos relacionados con la sostenibilidad en un activo inmobiliario le añaden valor. Incluyen adaptación al cambio climático, eficiencia energética, reducción de emisiones, uso eficiente del agua, gestión de residuos, biodiversidad o impacto social del activo.
Los edificios de oficinas que cuentan con certificaciones de sostenibilidad presentan primas en rentas respecto a edificios similares no certificados, evidenciándose también un incremento en la valoración de propiedades logísticas. La prima media en rentas oscila entre el 6% y el 8%, siendo la traducción del impacto en el valor el 14%-16%. Estos green premium descienden con el tiempo, a medida que la oferta de edificios sostenibles aumenta, convirtiéndose en un descuento o en algo que sacará los activos del “terreno de juego” si carecen de ello.
Además, la sostenibilidad incrementa la liquidez de los edificios y los hace más atractivos para los inquilinos, disminuyendo los periodos de vacancia y haciéndolos accesibles a las grandes corporaciones ocupantes, cada vez con mayores requisitos en este sentido. Finalmente, la sostenibilidad mitiga el riesgo de obsolescencia de los inmuebles, lo cual termina impactando en la valoración.
El reto para cuantificar cómo la sostenibilidad aumenta el valor de los activos es, por una parte, la diversidad de características que deben medirse, así como la complejidad de aislar la influencia de otros factores que afectan simultáneamente y la singularidad de las propiedades inmobiliarias, que provoca que los resultados no sean siempre extrapolables.
La mayoría de nuestros clientes han fijado objetivos de ESG y hay una clara evidencia de que los inversores están implementando mejoras en la sostenibilidad de sus edificios orientadas a evitar descuentos y proteger el valor de sus activos. El cambio climático claramente ha impactado en cómo los edificios son construidos, reformados, gestionados, vendidos y valorados.