Comienzan a aparecer indicadores que sugieren que la construcción ha empezado a sentir, con la cadencia propia del sector, la ralentización de una demanda que ya se había detectado en otros sectores. Nos encontramos, sin embargo, ante un escenario en el que, en la parte final de la cadena, los proveedores, a diferencia deß lo que había sucedido en anteriores periodos de expansión, se han mantenido muy cautos a la hora de crecer. Aunque esto haya podido generar algún problema puntual para satisfacer la demanda o haya contribuido al incremento de los precios de la construcción, en el futuro va a generar una mayor estabilidad en el sector ante cualquier corrección que se produzca por potenciales cambios de ciclo.
En el otro lado de la cadena, quizás por las negativas experiencias vividas, al final de este último ciclo de expansión también hemos podido constatar que algunos promotores han valorado en mayor medida aspectos que solo se habían tenido en cuenta muy puntualmente hasta ahora. La seriedad de una oferta técnica bien desarrollada, la trazabilidad de las actuaciones de la constructora, la calidad de sus equipos de preconstrucción, construcción y post-construcción, su nivel de sofisticación, su colaboración real con clientes y proveedores, y, en definitiva, la confianza que se haya sido capaz de transmitir, se han empezado a
valorar por encima del precio más bajo como criterio principal, cuando no único, de adjudicación. También esto, de seguir así, contribuirá a generar estabilidad en el sector. Esos procedimientos de licitación arrastrados desde tiempos remotos, que tan improductivos han demostrado ser y que tanta insatisfacción han generado, parecen haber entrado, por fin, definitivamente en crisis.
Desde la parte media de la cadena, se hace necesario que también las constructoras nos centremos en generar estabilidad. Debemos estar preparados para que esa tendencia a comprar colaboración y confianza ofrezca los mejores resultados para que nadie vuelva a caer en la tentación de regresar a esos tiempos en los que el río revuelto no solo no generó ganancia de pescadores, sino que contribuyó de forma tan directa a provocar desorden, insatisfacción y malos resultados, perdiendo a partes iguales participantes en el juego y prestigio en el sector.
Los modelos colaborativos entre promotores, arquitectos y constructoras, trabajando juntos desde el principio en una operación única, común y de confianza entre las tres partes; los modelos IPD en que los tres actores, mediante un único contrato multiparte comparten riesgos y beneficios en función del resultado, deben seguir evolucionando y cobrando cada vez mayor protagonismo, porque solo de este modo el sector encontrará la solidez y seriedad necesarias para poner orden y asentar las bases de la auténtica productividad.
Las características a las que antes aludíamos, tan alejadas casi siempre de los procesos de licitación al uso, son las que estructuran la generación de esa confianza y serán imprescindibles para que, mediante modelos de contratación colaborativa, consigamos juntos el éxito de cualquier operación inmobiliaria.
Hacia ahí es hacia donde debemos dirigir nuestro reto de futuro. Convencer a promotores, arquitectos y project managers de la innegable consistencia de una alianza colaborativa cuando se completa desde el principio con un contratista de confianza. Poner desde el principio al servicio de cada operación esa combinación de personas, tecnología y conocimiento desde la convicción de que los modelos IPD serán el principal reto de futuro.
Con procesos colaborativos que acaben derivando en contratos IPD multiparte, seremos capaces de modernizar y fortalecer un sector tan importante para nuestra economía pero que tan poco productivo ha demostrado ser, tan poco evolucionado está y tan vulnerable se seguirá mostrando a los cambios de ciclo si no logramos profesionalizarlo entre todos.