A medida que los inversores reconocen cada vez más la urgencia apremiante que el cambio climático representa a través de riesgos tanto físicos como de transición, y comienzan a tener en cuenta los riesgos climáticos en los procesos de toma de decisiones, la migración climática es un aspecto emergente aún no considerado completamente en el panorama de inversión.
La migración climática denota el desplazamiento de poblaciones debido a cambios ambientales y la consiguiente agitación social y económica. Naturalmente, esto genera profundas problemáticas sociales que tienen una relevancia directa para los inversores inmobiliarios, fundamentadas en dos razones principalmente.
La migración climática está ocurriendo en la actualidad a nivel global, de manera gradual en ciertos lugares y con mayor celeridad en otros. Los casos crecientes de calor extremo e incendios forestales cada vez son más frecuentes y severos, lo que probablemente inducirá cambios considerables en la demanda inmobiliaria, ya que personas y comunidades buscan activamente lugares climáticamente resilientes donde vivir y trabajar.
Además, los riesgos climáticos inducidos, intensificados por el cambio climático, impulsarán patrones de migración al hacer que ciertas áreas sean inhabitables, tanto desde una perspectiva física como económica. En Estados Unidos, State Farm, una de las mayores aseguradoras del país, anunció recientemente la suspensión de nuevas pólizas de seguro de vivienda en California, citando riesgos de incendios forestales.
Desde la perspectiva de un inversor inmobiliario, la migración climática señala la urgente necesidad de adoptar enfoques proactivos en materia de inversión inmobiliaria.
La actividad inversora sostenida en áreas de alto riesgo que puedan experimentar una disminución de la población conlleva riesgos de inversión. De manera más amplia, las estrategias de inversión y desarrollo inmobiliario que no estén sensibilizadas a los riesgos climáticos pueden mermar la capacidad adaptativa de la sociedad, lo que significa que los gobiernos y los contribuyentes podrían verse obligados a implementar formas costosas e ineficientes de provisión de infraestructura y servicios en el momento preciso en que los recursos fiscales serán necesarios para reducir las emisiones de carbono y alejar a las personas de situaciones perjudiciales. La falta de inversiones públicas y privadas integradas y con visión de futuro que reduzcan la exposición al riesgo climático representa un importante problema de equidad y estabilidad social.
Desde el Urban Land Institute, hemos colaborado con la firma global de gestión de inversión inmobiliaria Heitman, para resaltar dos formas clave en las que los inversores pueden profundizar su compromiso con la migración climática.
En primer lugar, los inversores inmobiliarios deben seguir desarrollando su capacidad para evaluar y gestionar los riesgos relacionados con la migración y los riesgos de inversión a nivel de mercado a nivel general. Hemos desarrollado un marco trabajo de dos pasos para evaluar estas complejidades, priorizar factores clave y señalar brechas cruciales en datos y metodologías.
Deben continuar desarrollando enfoques innovadores para comprender y gestionar estos riesgos interconectados de carácter financiero, físico y social, y pueden lograrlo a través de colaboración sostenida con stakeholders de toda la cadena de valor del ciclo inmobiliario, con las comunidades de mayor riesgo en las que invierten, y con comunidades profesionales y científicas más amplias.
En segundo lugar, los inversores inmobiliarios deben comprender activamente las necesidades de adaptación al cambio climático en los mercados clave. Esto requiere que los inversores cambien de una perspectiva centrada en los activos, a una perspectiva de evaluación de mercado, de los factores de riesgo e impulsores resiliencia. Los inversores deben considerar formas de aprovechar conocimientos técnicos para desarrollar la capacidad de las comunidades de absorber las shocks climáticos y factores de estrés.
Con estos fines, pueden respaldar la creación de sólidos planes de resiliencia y recuperación comunitaria, y deben dirigir su inversión hacia infraestructura y clases de activos inmobiliarios que sean sensibles a condiciones climáticas, adaptables a las condiciones ambientales cambiantes, y que mejoren la resiliencia social y ecológica general de las comunidades.
Es nuestro deber integrar la migración climática en el conjunto más amplio de la estrategia de gestión del riesgo climático y de las inversiones, para que nuestro sector se convierta en un líder proactivo a la hora de hacer que los lugares y las personas sean más resilientes a los efectos del cambio climático.