Tras la COVID-19, la población tomó un punto de inflexión en los hábitos de compra. El sector retail percibió una gran fragmentación social, donde la manera de habitar el comercio en las zonas céntricas de las ciudades y la “compra de impulso” distaba de la forma de comprar en las grandes áreas comerciales y su “compra de destino”.
Vivimos en una era de continuos cambios, donde la tecnología se reinventa constantemente para no quedarse obsoleta; las redes sociales son los nuevos espacios publicitarios y las experiencias e-commerce destacan sobre el modelo de compra tradicional.
Las empresas se ven impulsadas a adaptarse rápidamente a los nuevos desarrollos, consiguiendo la satisfacción del consumidor y, en consecuencia, una mayor innovación sobre los proyectos.
Debemos entender el espacio como un conjunto de posibilidades, sin centrarnos solo en las áreas comerciales, creando iconos de destino que puedan ser conocidos a nivel internacional.
La arquitectura busca crear un diseño que perdure en el tiempo. Para ello tiende a proyectar un estilo moderno arraigado al sentimiento nostálgico de la tradición, un guiño a la interactividad social que evoluciona con las nuevas tendencias y que ayuda al cliente a sentir el espacio como una zona familiar, que le impulse a quedarse y disfrutar del entorno.
Los diseños se están enfocando a la nueva convivencia y un requisito básico es la búsqueda de espacios abiertos. Zonas peatonales seguras y confortables se relacionan con espacios recreativos y grandes áreas ajardinadas amables con el medio ambiente, permitiendo complementarse con la diversidad de usos recreativos y comerciales adaptados a los nuevos movimientos sociales.
Los proyectos buscan crear un espacio donde cohabiten todas las tendencias marcadas en los últimos años y venideros, consiguiendo mostrar al cliente nuevos hábitos de interrelación social y con ello, convertir las áreas comerciales en nuevos centros neurálgicos de la ciudad.