En los últimos 15 años se han tomado distintas medidas para intentar abaratar los precios de la vivienda en venta y alquiler. Las ha habido técnicas, políticas, eficaces, cosméticas e intervencionistas. Hasta ahora no se ha actuado de forma coordinada y constante sobre el origen del problema, que sigue siendo la alarmante escasez de oferta de pisos. La sequía y el brusco parón de la producción de aceite de oliva nos dejó un ejemplo sumamente ilustrativo de qué ocurre cuando la oferta se desploma. Todos hemos podido comprobarlo en nuestro bolsillo.
La escasez de oferta se complica por una normativa farragosa y desigual entre comunidades, una tramitación burocrática y a menudo kafkiana, la imposibilidad material de agilizar cambios de uso y un foco intervencionista que tan solo ha servido para estrangular más la oferta. Por eso, el auténtico reto para impulsar de verdad la vivienda asequible exige, antes de nada, impulsar de forma significativa la oferta.
Por otra parte, los poderes públicos no bastan para conseguir mover la aguja de la oferta residencial. Se ha demostrado con creces en estos años. De ahí que apoyar, promover y creer en la colaboración público-privada sea más necesario y apremiante que nunca. La Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid han dado pasos importantes en ese sentido. Ojalá haya más y se activen más deprisa. Los desarrollos del Sureste de Madrid son un ejemplo de cuánto puede lograrse cuando administraciones y empresas colaboran y se refuerzan mutuamente. Confiemos en que el ejemplo cunda y la vivienda asequible se consolide cuanto antes. Millones de jóvenes lo agradecerán