Sin intención de ser alarmistas, numerosos estudios demográficos indican que la población en edad de trabajar envejecerá en España en los próximos 30 años, y su número decrecerá constantemente a partir de mediados de la década de 2020. Con este pronóstico podemos asegurar que nuestro país tiene un problema estructural poblacional sin precedentes, con una de las poblaciones más envejecidas del mundo, lo que genera un desequilibrio en las cuentas públicas, como demuestra el análisis del presupuesto y la partida de pago de pensiones.
La causa principal de esta preocupante situación se debe principalmente a la tardanza en la emancipación de nuestros jóvenes del hogar familiar, ya que dificulta la generación de núcleos familiares y, por tanto, el nacimiento de niños/as.
Es muy común escuchar entre la población que nuestros jóvenes no abandonan el hogar familiar porque prefieren vivir instalados en la comodidad. Sin embargo, si analizamos el comportamiento de las mismas generaciones en otros países europeos, podemos comprobar que la edad de emancipación se reduce considerablemente, como por ejemplo en el caso de Francia.
En el fondo de esta problemática se encuentra la imposibilidad de tener un acceso adecuado a la vivienda. Apenas uno de cada 10 jóvenes puede comprar o alquilar vivienda solo.
Tanto la fórmula del alquiler como la de la compra de vivienda tienen su cuota de mercado entre los jóvenes que buscan un piso para poder independizarse y hay que dar soluciones estructurales para un mercado equilibrado. Sin embargo, recientes estudios indican que gran parte de la población comprendida entre los 25 y 35 años elegiría tener una vivienda en propiedad antes que alquilar, pero pocas personas jóvenes pueden reunir los requisitos previos que se exigen para formalizar un préstamo hipotecario.
Por este motivo, en el caso del mercado de compraventa, una solución podría ser facilitar el acceso a todos aquellos jóvenes que tienen capacidad de pago, pero no han tenido hasta ahora capacidad de ahorro que les permita aportar el porcentaje que se requiere para la compra.
Este mismo problema apareció en la crisis de 2008 en Reino Unido y Francia, y la solución que se dio fue la de facilitar un crédito del 20% por parte de la administración, junto con el 75% de una entidad financiera, y de este modo muchísimos jóvenes pudieron acceder a su primera vivienda. Estos programas están todavía vigentes en estos países con gran éxito.
En las circunstancias actuales con la crisis del COVID-19, no sería factible una solución que pase por la concesión de un crédito por parte del gobierno, pero sí por la concesión de un aval por ese mismo porcentaje, del 20%, que permitiría a las entidades financieras extender el crédito hipotecario hasta el 95% del valor de la vivienda. Es importante señalar que, aunque la hipoteca llegase a ser de ese porcentaje, las ventajas frente al alquiler, por el que las personas se ven obligadas a pagar una renta para toda su vida y no obtendrían ninguna contraprestación de ahorro e inversión, son más que evidentes.
Con esta medida el Gobierno solo se tiene que comprometer actualmente a presentar el aval en el momento de entrega de la vivienda. Esto sucederá, en el mejor de los casos, para el año 2022. Además, el revulsivo para la economía de nuestro país sería enorme por la creación de puestos de trabajo que traería consigo, algo que sin duda vamos a necesitar imperiosamente, creando entre 330.000 y 500.000 viviendas en cuatro años, con un impacto en el empleo de casi un millón de personas. Pero, además, en términos de recaudación, la promoción y construcción de 350.000 viviendas en tres años, reportaría al Estado unos ingresos en concepto de impuestos de 8.850 millones de euros, cuantía lo suficientemente importante para las arcas públicas.
Por todo ello considero que estamos ante una oportunidad única de resolver, en gran medida, el acceso a la vivienda por parte de los jóvenes, con un impacto casi nulo en el presupuesto nacional, pero con una reactivación económica que puede suponer que nuestro sector sea, una vez más, uno de los pilares fundamentales de la economía de nuestro país.