Coliving, cohousing, senior living… términos cada vez más escuchados y que generan tantos detractores como partidarios. Parece que la realidad actual apunta, cada vez más, a un modelo compartido de vida, en el que no solo compartamos nuestro espacio público (el ocio), sino que también lo extendamos a lo privado (el trabajo, la vivienda…). Es notoriamente conocido que el ser humano es un ser social que necesita vivir en sociedad, pero… ¿han venido estos conceptos para quedarse o se trata de una moda pasajera?
En una sociedad en la que el acceso a la vivienda no es apto para todos los públicos y la individualización se ha convertido en un compañero más de vida, los conceptos mencionados parecen ser la solución a ambos problemas. Tanto el coliving, el cohousing, como el senior living, plantean un estilo de vida compartido en el que se disfruta de una serie de zonas comunes que fomentan la interacción entre los habitantes. Además, también propone una serie de servicios como limpieza o lavandería, que facilitan la vida a los convivientes. No obstante, algo muy importante dentro de dichos modos compartidos de vida es la seguridad. ¿Cómo saber si los inquilinos admitidos son personas en las que puedas confiar?
En este sentido, la diligencia debida de terceros podría ser una buena solución para los profesionales del sector. Realizar tal diligencia debida de posibles terceros, ayudaría a determinar si son aptos o no para convivir en estos entornos compartidos, si cuentan con antecedentes penales, si están siendo perseguidos por la justicia…
Podrán surgir estos y otros modelos de convivencia que se adapten a las necesidades de cada persona, sin embargo, si no consiguen ofrecer el valor de la tranquilidad a los inquilinos, muy probablemente no prosperen en el tiempo.