El desempeño del mercado inmobiliario está influenciado por la evolución de variables macroeconómicas como el PIB, la inflación o el mercado laboral. El real estate ha mostrado un gran dinamismo durante 2021 y 2022, tras la peor fase de la pandemia global, y ahora afronta 2023 con una cierta tendencia hacia la desaceleración en términos de actividad y en un clima de prudencia por parte de los operadores.
Observamos un gran interés inversor en el sector living, que ha incorporado a la tradicional vivienda en venta, nuevas soluciones habitacionales, que dan respuesta a los cambios socioeconómicos y que, en España, a diferencia de otras economías internacionales donde ya se han consolidado, están emergiendo con
distintos grados de avance tipológico como el Build to Rent, el coliving o el senior living. Este último, aún en fase inicial, ha generado grandes expectativas de desarrollo tanto por el comportamiento demográfico de España de los años venideros como por las atractivas características que ofrece como país, ante el usuario extranjero.
Más allá del residencial hay otros segmentos que siguen despertando interés como el logístico y el desarrollo aún incipiente de los data centers, o los terrenos aptos para el desarrollo de energías renovables e incluso de iniciativas agroalimentarias. El sector hotelero recobra su atractivo como consecuencia de un turismo prácticamente recuperado, con interés en los segmentos tanto urbano como vacacional, con una apuesta por atraer un turismo de calidad y alto poder adquisitivo..
El inversor que opera en el real estate tiene una gran capacidad de adaptación, observación y detección de oportunidades, tal y como ha demostrado con anterioridad, navegando las consabidas circunstancias concatenadas desde 2020, y es previsible que continúe siendo este año un operador con importante presencia en el sector y en la economía.